Cada 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Suelo, como una forma de valorar la gestión sostenible de este recurso, comprometiendo a los gobiernos, organizaciones y comunidad a su cuidado y protección. El suelo tiene un papel primordial para el desarrollo de los ecosistemas, al contribuir al equilibrio del flujo del agua y el clima, la biodiversidad y la captación de carbono.
Fue la Unión Internacional de Ciencias del Suelo (IUSS) quien recomendó una jornada internacional para homenajear al suelo en el año 2002. Posteriormente Tailanda reiteró la propuesta y la FAO apoyó la creación del Día Mundial del Suelo en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo.
Finalmente fue en diciembre de 2013 cuando la propuesta fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, y 2014 se convirtió en el primer año de esta celebración.
En 2020, el lema de la campaña del Día Mundial del Suelo es "Mantengamo vivo el suelo, protejamos la biodiversidad del suelo". La campaña pretende crear conciencia en la sociedad sobre la importancia de mantener sano el suelo, afrontando los retos de la ordenación del suelo y luchando contra la pérdida de la biodiversidad.
La Tierra alberga un hábitat de más de dos millones de especies, producto de miles de millones de años de evolución. La mayor parte de esta biodiversidad está en el suelo, pero hasta ahora solo se ha identificado un 1% de las especies que viven bajo nuestros pies. Cada una de estas criaturas juega un papel clave en la cadena trófica y contribuyen a un delicado equilibrio en los ecosistemas naturales y agrícolas. De ahí la importancia de proteger esta biodiversidad.
En definitiva, se busca incentivar en la población mundial una preocupación por el cuidado y uso que le damos al suelo en materia de agricultura y en todas nuestras interacciones con el recurso en general.
Los componentes del suelo permiten la vida y pueden llegar a descomponer diversos contaminantes. Sus elementos se constituyen en recursos importantes para el desarrollo de las civilizaciones. En el sector de la construcción, por ejemplo, estos recursos se aprovechan para la creación de insumos que posibilitan el crecimiento de las ciudades. Este es el caso de Unacem Ecuador, empresa cementera que gestiona responsablemente el proceso de extracción de materias primas para garantizar una producción sostenible.
Unacem, además, protege los suelos de dos zonas biodiversas: la zona de Cerro Blanco, ubicado en la Parroquia Quichinche (Otavalo); y Cerro Quinde, ubicado en la parroquia Selva Alegre (Otavalo). Al ser estas áreas de producción de agua y protección de la naturaleza, se atienden con especial cuidado por guardabosques comunitarios. En estos sitios se realizan monitoreos bióticos, con el fin de salvaguardar su integridad biológica. Los estudios se constituyen en una herramienta que posibilita conocer el entorno e identificar cambios en los ecosistemas, para controlarlos y mejorar el entorno ecosistémico del área de conservación.
La empresa cuenta con planes de manejo ambiental y relaciones comunitarias, que han favorecido al uso y aprovechamiento del suelo, sin afectar a su biodiversidad. “En las áreas de extracción de materias primas, garantizamos la recuperación de la tierra. Mientras se interviene en un frente, se rehabilita el otro que se deja de trabajar, lo que asegura que, al cierre de la operación, las áreas estén totalmente rehabilitadas y se logre reinsertar flora y fauna nativa. Mantenemos, además, programas de reforestación en las áreas industriales y en las comunidades de la zona, y programas de educación ambiental para colaboradores y comunidades”, explicó María Gabriela Salazar, Gerente de Ambiente y Relaciones Comunitarias de Unacem Ecuador.
Uno de los ejemplos más relevantes en lo que a protección de especies se refiere es Pastaví II, una concesión minera de 51 hectáreas, de las que se intervinieron solo 15. En 2009 culminó su vida útil y, a esa fecha, apenas habían quedado 2,5 hectáreas por rehabilitar. Este trabajo se completó entre 2010 y 2013. Actualmente, Pastaví II alberga el Proyecto Apícola Selva Alegre para la producción de miel y polen, donde se incluyó la participación de la comunidad Corazón de Perugachi. El arranque del proyecto se hizo con cuatro familias y 25 colmenas. Cada año, los grupos familiares van rotando con el fin de que más población aprenda la técnica y se promueva una nueva actividad económica. Como resultado, existen 38 colmenas de donde se extrae la miel y el polen, y son ya 18 familias formadas como apicultores.
Mantener un suelo con propiedades saludables, implicará contar con ecosistemas adecuados que garanticen un desarrollo equilibrado de la vida en el planeta. Se convierte en un compromiso conjunto, propender al cuidado y protección de esta capa, para evitar la pérdida de su fertilidad. La seguridad alimentaria para las presentes y futuras generaciones dependerá de acciones en conjunto y gestión en su cuidado.