Esa gran brecha, rápidamente, se convirtió en el agujero más grande que habían visto en esa zona, de una extensión de algo menos de un millón de kilómetros cuadrados, según confirmaron especialistas del Centro Aeroespacial Alemán.
“Eso, básicamente fue por mucho frío, porque los compuestos que destruyen la capa como que se reactivan con el frío, y se creó un vórtice polar, que generó suficiente impacto como para abrir un agujero en el ozono de la estratósfera”, explicó Yasser González, director Académico de Ingeniería Ambiental en la Universidad de las Américas (UDLA).
En abril, tras el aumento de las temperaturas, ese agujero se cerró.
La capa de ozono “es la pequeña capa compuesta por moléculas de ozono (O3)”, explica González.
Esta capa se encuentra en la estratósfera, que está por encima de la tropósfera —donde vivimos los humanos— y la tropopausa, añade el especialista y detalla que “se forma de manera natural, por tres moléculas de oxígeno, a partir de la radiación solar”.
La capa de ozono es importante “porque lo que hace es impedir que los rayos ultravioletas ingresen directamente a la tierra, absorbiendo esta energía”, añade.
Los principales rayos ultravioletas son tres: UVA, UVB y UVC. Los dos primeros sí logran atravesar a la superficie terrestre, pero no de manera directa, gracias a la capa de ozono; mientras que los UVC no penetran nuestra atmósfera.
“Los rayos UVA envejecen a las células de la piel y pueden dañar el ADN de estas células. Estos rayos están asociados al daño de la piel a largo plazo, como las arrugas, pero, también se considera que desempeñan un papel en algunos tipos de cáncer. La mayoría de las camas bronceadoras emiten grandes cantidades de UVA, que según se ha descubierto, aumentan el riesgo de cáncer de piel”, explica González.
Mientras, dice, “los rayos UVB tienen un poco más de energía que los rayos UVA; estos pueden dañar directamente al ADN de las células de la piel, y son los principales causantes de quemaduras de sol. Asimismo, se cree que causan la mayoría de los cánceres de piel”.
Hay que tomar en cuenta que, en la zona ecuatorial, la capa de ozono es más delgada que en los polos, y a gran parte de Ecuador se le suma la altura; por lo tanto, hay que tener mucho más cuidado, comenta.
González explica que “los famosos compuestos que tienen cloro, flúor, bromo (clorofluorocarbonos)” son los causantes del daño a la capa de ozono.
Estos compuestos se usan, principalmente, en la industria de espumas aislantes, solventes, sistemas de refrigeración y aire acondicionado, y en algunos aerosoles. Son productos conocidos como SAO, la abreviatura de Sustancias que Agotan el Ozono.
“Estos compuestos van subiendo a la atmósfera y lo hacen en forma de moléculas, cuando están arriba ocurre un fenómeno que se llama fotólisis, que los parte y queda el compuesto de cloro y de bromo libre; y un solo átomo de estos tiene la capacidad de destruir 100.000 moléculas de ozono”, enfatiza González.
Aunque la capa de ozono tiene la capacidad de regenerarse, el poder de destrucción es mucho mayor.
Para detener el deterioro a la capa de ozono, en 1987 se negoció el Protocolo de Montreal, que firmaron 197 países, y entró en vigor el 1 de enero de 1989. El pacto estableció que los Estados firmantes fijaran el control de la producción y consumo de las sustancias químicas que destruyen la capa de ozono.
Entonces, se estableció un calendario concreto para la eliminación gradual de esas sustancias. “Ese calendario se ha ido cumpliendo y en algunos países ya no se producen estos compuestos y se sustituyeron por otro tipo de elementos”, comenta González.
Sin embargo, menciona que “a pesar de que ya no se producen estos compuestos que están prohibidos, muchos tienen una vida media de entre 8 y 60 años, por ello, aunque ya dejaron de utilizarse en los 90, muchos todavía están en la atmósfera y aún tienen que reaccionar”.
Por esa razón, se estima que apenas en el 2080 o 2100 es cuando ocurra una regeneración completa de la capa de ozono, puesto que es en esa fecha cuando ya todos los compuestos que aún están en el aire terminen de reaccionar.
González señala que es importante que a nivel de países se cumpla con el control y políticas para evitar la producción y consumo de las SAO; pero, insta a que, en caso de que todavía existan ese tipo de productos en Ecuador, los ciudadanos se detengan a revisar las etiquetas para evitar adquirirlos y dejar de generar más contaminación.
También hace énfasis en la importancia de “continuar investigando la química-física de la atmósfera para ver qué sigue sucediendo; porque en el aire siguen habiendo un montón de contaminantes que se arrojan”.
Diversas organizaciones realizan un monitoreo constante de la capa de ozono, pero la principal es la Organización Meteorológica Mundial.
Esta capa se mide en Unidades Dobson (DU, por sus siglas en inglés), mediante la cual se expresa la cantidad presente de ozono en la estratósfera. Específicamente, es una medida del espesor de la capa de ozono, una DU equivale a 0,01 mm de espesor de capa en condiciones normales de presión y de temperatura (1 atm y 0 °C, respectivamente), expresado en número de moléculas.
“Entre menos DU, menos capa de ozono; lo ideal sería entre 300 y 400, pero han bajado hasta menos de 150”, señala González.