En Brasil, Río de Janeiro fracasó en su intento por sanear sus bahías y lagunas, en su objetivo por tener caudales limpios para los Juegos Olímpicos 2016; en México, han pasado varios lustros intentando limpiar el río Santiago, que atraviesa Guadalajara; mientras, en Argentina, no han logrado descontaminar el río Reconquista.
Contrario a esto, Corea del Sur ha demostrado que sí es posible la descontaminación de los afluentes que están dentro de las ciudades, con su exitoso caso: el saneamiento del río Cheonggyecheon.
Este caudal, de unos 5,8 kilómetros de largo, se encuentra en pleno centro de Seúl, la capital del país, ciudad donde habitan, aproximadamente, unas 10 millones de personas.
Según detalla el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat), en la década de 1950, miles de personas se instalaron en las riberas del Cheonggyecheon, donde construyeron viviendas de madera, generando contaminación y deteriorando la calidad del agua con rapidez. Entonces, este caudal se convirtió en una cloaca a cielo abierto, con todos los riesgos que implicaba para la salud de los habitantes.
En 1958, este río, sumamente contaminado y que creaba un espacio propenso para las inundaciones, fue cubierto por una losa de hormigón. A principios de 1970, ante la necesidad de espacio para el tráfico en el centro de la ciudad, debido, entre otras cosas, a que la zona acogía, cada vez más, a empresas que generaban una frenética actividad en su entorno, se construyó una autopista de doble nivel sobre el antiguo cauce. Todas las viviendas informales que había se demolieron.
Esta autopista, de 16 metros de ancho, fue considerada un símbolo de la modernidad que adquirió Corea del Sur.
No obstante, más adelante, a esta moderna vía le atribuyeron la causa de la mala calidad del aire y contaminación sónica en la capital surcoreana y, por ende, de la degradación ambiental en la urbe.
Ante la problemática, en 2003, las autoridades metropolitanas, lideradas por el entonces alcalde Lee Myung-Bak —quien luego fue presidente del país— decidieron que era necesario rescatar el río, para lo cual debían derribar la autopista.
El proyecto comenzó en julio de 2003 y culminó en octubre de 2005, para lo cual se invirtieron 367 millones de dólares.
En ese lapso, se eliminó la fuente de congestión y contaminación, que fue la autopista. Se crearon fuentes de bombeo para traer agua desde el río Han, ya que el curso del Cheonggyecheon estaba casi seco.
Además, en la ribera se creó un parque lineal, de casi 400 hectáreas; y se hicieron redes de vías peatonales para conectar una orilla de la otra. También, se restauraron los puentes históricos Gwanggyo y Supyogyo.
Actualmente, este es un espacio muy popular de recreación y de contacto con el agua para residentes y turistas que visitan la capital surcoreana. En su recorrido hay cascadas, juegos de luces y muchas plantas.
Además del saneamiento en sí, significó una mejora para la salud de los habitantes de Seúl, puesto que la contaminación disminuyó significativamente. Entre otras cosas, se comprobó en los años siguientes que hubo una reducción de partículas pequeñas en el aire, de 74 a 48 microgramos por metro cúbico; mientras, las temperaturas bajaron hasta en 5 grados centígrados.
Aunado a ello, hubo un beneficio económico, porque se incrementó el número de empresas y, por consiguiente, la cantidad de oportunidades de empleo. Asimismo, aumentaron los valores inmobiliarios.
Por este logro, que aún se considera reciente, el río Cheonggyecheon se ha convertido en el mejor ejemplo de lo que tiene que ser el futuro de las ciudades por cuyos territorios atraviesan ríos, para transformarlos en lugares de recreación, accesibles y con fines positivos para el medioambiente.