El ecosistema que rodea a la comunidad alberga una biodiversidad de más de 500 especies de aves, 173 especies de mamíferos, 62 especies de serpientes, más de 100 especies de anfibios y una gran variedad de peces de agua dulce, según cifras del Ministerio del Ambiente y Agua. En 1989, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) designó a este parque como una reserva de biósfera y World Wildlife Fund (WWF) ha declarado al Parque Nacional Yasuní como uno de los 200 sitios prioritarios para conservar a nivel global.
El pueblo Añangu ha podido desarrollar una opción real para proteger la selva amazónica y su cultura ancestral a través del turismo. Con base en el conocimiento que tienen de su tierra, han creado diferentes experiencias para que los visitantes conozcan la importancia de esta región y su riqueza.
La selva amazónica es un entorno único que ha sido amenazado por el interés de extraer el petróleo que se encuentra bajo su suelo. Esta industria, junto con la tala y la expansión de la frontera agrícola, son actividades extractivas que están destruyendo esta frágil maravilla.
El pueblo Añangu fue cercano a la realidad de las actividades extractivas en la Amazonía. Su forma de vida estaba a punto de perderse, ya que su tierra no tenía opciones de trabajo, por lo que no había oportunidades de ingresos, no había escuelas cercanas para sus hijos ni médicos para curar sus enfermedades o prevenirlas. La única forma de desarrollarse parecía ser saliendo de la comunidad y mudarse a la ciudad más cercana, que es El Coca, a unas horas en bote desde su pueblo; o, simplemente, unirse a una de las empresas extractivas, dejando a sus familias durante varias semanas o meses en algunos casos.
Hace más de 20 años, al encontrarse frente a esta realidad y al vivir el impacto que tuvo la destrucción de la tierra en la forma de vida indígena, el pueblo Añangu realizó una serie de reuniones democráticas. Durante estas asambleas decidieron actuar para asegurar la sustentabilidad en su territorio y, por ende, la supervivencia y continuidad de la naturaleza que los rodea.
Votaron por trabajar todos juntos con el turismo como vía para obtener los recursos que necesitan para sus familias y oponerse a cualquier tipo de actividad extractiva en su territorio. Además, prohibieron la caza, la pesca y la tala de árboles en sus tierras, buscando convertirse en un modelo de conservación sostenible de la selva amazónica.
El territorio Añangu abarca 21.400 hectáreas y esta zona es el hogar de diferentes grupos indígenas. En este espacio han vivido en base a su relación cultural de respeto con la naturaleza, sus tradiciones sociales entre ellos y otras tribus.
Con el tiempo, y mientras los proyectos iban funcionando, los Añangu aprendieron que podían gestionar las actividades turísticas por sí mismos, atendiendo a sus necesidades y según lo que la propia comunidad decidiera en las asambleas generales, donde cada quien tiene voz. Descubrieron que pueden cuidar su tierra y su cultura de manera sostenible, trabajando todos juntos para encontrar una solución.
Los Añangu desarrollaron dos pequeños albergues ecológicos, uno más enfocado a la naturaleza, que se encuentra a 1 hora y 30 minutos del Centro Comunitario, yendo en canoa a remo, y su nombre es Centro de Vida Silvestre Napo.
El segundo está cerca del Centro Comunitario y está más enfocado a la cultura, su nombre es Centro Cultural Napo. Los visitantes de ambos albergues aprenden sobre la importancia de proteger este entorno natural y la cultura local.
El Centro de Vida Silvestre Napo tiene 20 cabañas y el Centro Cultural Napo tiene 16. Todas las cabañas en ambos ecolodges tienen electricidad, baño privado con agua caliente y fueron construidas siguiendo la arquitectura Añangu.
El desarrollo que pudo conseguir la comunidad Añangu incluye la electricidad en medio del Amazonas, la cual proviene de paneles solares y algunos generadores de alto rendimiento y bajo impacto. La idea es ofrecer a los visitantes toda la seguridad y comodidad, mientras comparten con los locales.
Adicionalmente, tomaron en cuentan todas las medidas naturales para respetar el medio ambiente, como el programa de separación de residuos, filtrado de agua para uso comunitario y la limpieza del agua usada, que es devuelta a los humedales.
El 100% de las utilidades netas del fondo de ingresos de negocios turísticos se reinvierten en proyectos que la comunidad necesita. Así se creó la escuela local, por ejemplo; está abierta a niños y jóvenes de la Comunidad Añangu y de otras cercanas. Incluso existe un programa de internado, para personas de zonas más lejanas, para que puedan ir a estudiar sin tener que preocuparse por pagar la comida o el alojamiento.
Además, como el Gobierno Nacional paga los sueldos de los maestros, los Añangu se encargan del alojamiento y la alimentación de los educadores de forma gratuita. La escuela tiene un total de 120 estudiantes y ofrece 12 años de estudios completos.
Otro proyecto es el Centro de Salud local, que les permite tener prevención y control médico de forma gratuita; también está abierto a las comunidades cercanas. El último censo arrojó un número de más de 1.800 beneficiarios en medicina preventiva y curativa. De igual manera, los Añangu se encargan de la alimentación y el alojamiento del equipo médico.
Cabe agregar que, como las familias permanecen juntas, los niños pueden crecer con ambos padres cerca, siguiendo sus tradiciones, lo que permite asegurar la supervivencia de la cultura Añangu.Los turistas pueden experimentar, de primera mano, las maravillas de la Amazonía, mientras son guiados por el ojo experto de un indígena local. Los Añangu han preparado algunas actividades para los visitantes de su tierra, basadas en su propia experiencia:
• Visita a las Collpas: cada mañana bajan loros, periquitos y guacamayos a comer arcilla. Estos pájaros vienen a este lugar todos los días, ya que esta arcilla les ayuda a su digestión, puesto que algunas de las semillas que comen pueden ser venenosas.
• Paseos en lancha: el trayecto se realiza a lo largo de los diferentes arroyos que van a la laguna de Añangu, para avistar la riqueza en flora y fauna de los alrededores, como la nutria gigante en peligro de extinción, que tiene un santuario entre los Añangu.
• Torres de canopy: sobre estas torres se puede observar el inmenso verde del Amazonas y su biodiversidad.
• Centro de Interpretación: visita a las mujeres en el Centro de Interpretación, donde se realiza música y bailes.
• Otras actividades: observar el atardecer mientras se aprenden historias y leyendas de un sabio indígena en el catamarán, navegar en kayak por las tranquilas aguas del río Napo, asistir al Ritual Wayusada o degustar deliciosos manjares locales.