Esto indica que apenas el 1% del agua dulce en el mundo es lo que encontramos en las cuencas hidrográficas en forma de arroyos, ríos, lagos, lagunas y otros cuerpos superficiales de agua, y en acuíferos. El agua dulce es, por lo tanto, un recurso limitado y finito. Y este hecho, sumado a lo fundamental que es para la vida, ha hecho que ahora se cotice en la bolsa de Wall Street, convirtiendo un derecho humano en un “commodity” más.
Veamos: el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador, es decir, el conjunto de parques nacionales, reservas ecológicas, áreas de recreación, etc., son fundamentales porque dotan de agua a nuestra población. El 60% del agua que se utiliza para producir energía en las hidroeléctricas proviene de áreas protegidas, igual porcentaje se usa en agricultura; el agua potable de Quito viene en más del 60% del Parque Nacional Cayambe Coca, la Reserva Ecológica Antisana y el Parque Nacional Cotopaxi. Aquí tenemos una relación directa entre conservación de la naturaleza y producción y conservación del agua. ¿Y por qué las áreas protegidas, especialmente las de zonas altas, son fundamentales? porque en ellas se cuidan ecosistemas primordiales para el agua.
Los páramos húmedos ecuatorianos son verdaderas esponjas, pues absorben el agua, actuando como reservorios naturales. Los suelos del páramo capturan la lluvia, generalmente mayor en la parte alta de las montañas, para liberarla gradualmente aguas abajo.
Otro ecosistema fundamental para el ciclo hidrológico son los bosques nublados. Los vientos cálidos de zonas bajas chocan con la cordillera de los Andes y se condensan en forma de lluvia. Dicen los entendidos que la mayor parte del agua que forma los ríos amazónicos no proviene de los deshielos, como erróneamente se cree, sino de los bosques nublados.
El tercer ecosistema fundamental para el agua es la Amazonía. No solo por la gran cantidad de agua que tiene por sus ríos y otros humedales (más o menos 10% del agua dulce del mundo) sino por el fenómeno llamado “ríos voladores”. Hace poco, un investigador brasileño, Antonio Nobre, lanzó la teoría de que el vapor que se produce en la Amazonía, en cantidades gigantescas, sube a la atmosfera y forma corrientes que llevan las nubes cargadas de agua a diferentes sitios, algunos tan distantes como la Pampa argentina (una de las zonas más fértiles del planeta).
El cuidado de los ecosistemas que proveen agua dulce está en manos principalmente de las áreas protegidas, de los territorios indígenas y de nosotros mismos, que debemos aprender a producir mejor con un uso racional del recurso y a no desperdiciarla en nuestras actividades diarias.