Es fascinante conocer que todos los seres vivos tenemos la misma proporción de agua y materia sólida en nuestro cuerpo; así como la Tierra, todos somos más agua.
En esta pequeña porción de tierra llamada litosfera sobrevivimos a los dinámicos procesos naturales del planeta y a los que nosotros generamos con nuestras actividades; aunque todas las ciudades del mundo solo ocupan un 3% de la superficie del planeta, utilizan entre 60 a 80% de la energía y generan contaminación a través de la urbanización y producción, capaz de transformar y modificar ecosistemas tan valiosos como los humedales, que conservan el agua dulce y la más vasta biodiversidad.
El 97% del agua es salada y el 3% restante es agua dulce; pero, no toda está disponible, puesto que 2,25% se encuentra congelada en los polos norte y sur, y apenas el 0,75% está en la superficie terrestre, en lagos, lagunas, llanuras inundables, arroyos, ríos, quebradas y cascadas, también a nivel subterráneo, aunque no siempre es accesible.
La Convención Ramsar para la protección de los humedales, creada en esta ciudad iraní en 1971, define a estos espacios como: “toda área terrestre que está saturada o inundada de agua de manera estacional o permanente. Entre los humedales continentales se incluyen acuíferos, lagos, ríos, arroyos, marismas, turberas, lagunas, llanuras de inundación y pantanos. Entre los humedales costeros se incluyen todo el litoral, manglares, marismas de agua salada, estuarios, albuferas o lagunas litorales, praderas de pastos marinos y arrecifes de coral”.
Ecuador es uno de los 168 países signatarios de esta convención, que entró en vigor en 1975 en el mundo y en 1990 en el país. Actualmente tenemos 18 Sitios Ramsar que suman 286.659 hectáreas, de las cuales el 86% está dentro de áreas protegidas y el 14% restante solo cuenta como Sitio Ramsar, protección que no es suficiente.
Humedales como La Segua, en Manabí, enfrentan serios problemas por incendios provocados, camaroneras ilegales y sequía evidente de este importante ecosistema. Es un área que representa la seguridad alimentaria de las comunidades locales y tiene funciones ecológicas irremplazables, como la recarga de agua a los acuíferos, sustento de la biodiversidad, protección de inundaciones, intercambio y ciclamiento de nutrientes, protección de la línea costera en el caso de los manglares que, además, son cunarios de especies marino-costeras y captan carbono hasta siete veces más que otros bosques.
Este tesoro desconocido en cuanto a funciones, bienes y servicios que brindan los humedales es necesario difundirlo, para que los tomadores de decisiones, principalmente los alcaldes, quienes tienen la competencia del uso de suelo, no sigan bajando las montañas de bosque seco tropical tan poco conocido y apreciado, que usan su suelo, para rellenar los humedales, donde construyen ciudadelas cerradas con alta plusvalía, como ha ocurrido vía Daule, vía Samborondón, Salitre, vía Durán-Tambo, vía a la costa y como ocurre en muchas ciudades con humedales.
Ya enfrentamos amplias islas de calor sin cubertura vegetal y cada época de lluvia tenemos mayores inundaciones, porque cada día se levantan más edificios y construcciones que destruyen los humedales y el bosque seco. Hay que saber que el costo de prevenir las inundaciones por el cambio climático es mayor que el de la plusvalía.