Lleva 7 años en esta labor y ya ha recolectado más de 700.000 cigarrillos. Incluso realiza estructuras artísticas a partir de ellas para generar conciencia.
Andagana nació el 2 de agosto de 1949. A los tres días de nacido, su madre murió en un gran terremoto que hubo en la ciudad de Ambato. Entonces, creció huérfano. A los 8 años, comenzó a trabajar para un millonario en la isla San Cristóbal y, desde entonces, permanece en Galápagos.
En 1985, naufragó en un barco pesquero. Estuvo 77 días a la deriva junto a seis compañeros, hasta que fue rescatado en Costa Rica. En esa travesía, se dio cuenta de la importancia del agua: “moría de sed y solo pedíamos un vaso de agua para sobrevivir”, relata Andagana.
A su regreso a las islas, las autoridades lo arrestaron y le quitaron su licencia para poder navegar. La depresión lo inundó. Cayó en el alcoholismo por más de 15 años; pero, cuando alcanzó la edad de 52 años decidió dejar las adicciones.
Aprendió a leer y a escribir. “Fue impresionante como los libros pasaron a cambiar mi vida y fui cogiendo conocimientos sobre la salud de la humanidad”, comenta. Leyó sobre las constelaciones, la legitimación del desgaste de la capa de ozono, anatomía y biología humana. Se convirtió en un autodidacta. “Ahora soy fisioterapeuta, hago reflexología, drenaje linfático, relajación, acupresión”, afirma.“Lo único que puedo decirle a los jóvenes es que tienen que prepararse, tienen que estudiar para reclamar sus derechos, pero para eso tienen que leer. Debemos entender que los títulos académicos no son para ponerlos de adorno en las paredes, la intelectualidad es para actualizarla cada día, los libros se envejecen en las perchas en busca del lector”, aconseja Andagana.
Con la lectura también descubrió que las colillas de cigarrillos representan el 30% de los desechos mundiales, por encima de los plásticos y envases; que una sola colilla envenena 1.000 litros de agua y un metro cuadrado del suelo. Además, producen 1.200 enfermedades; 7 millones de personas mueren en el mundo por el cigarrillo y los pájaros los comen y los utilizan para hacer sus nidos. Esta experiencia le dio una nueva perspectiva de la vida y decidió dedicarla a generar conciencia ambiental.
“Uno camina y se encuentra cualquier cantidad de colillas. Los que fuman no se dan cuenta de que esto mata a las especies, contamina el agua, envenena todo. Antes, uno en Galápagos podía tocar algunos animales con las manos, hoy, en cambio, hay que ir con una lupa para encontrarlos”, reflexiona.
Para Miguel no fue demasiado tarde para salvar su vida y ahora trabaja para cuidar la vida de las futuras generaciones. Con su campaña ‘Respeto tu deseo de fumar, respeta mi deseo de vivir’ busca generar conciencia en el mundo entero. “La responsabilidad es de todos, porque podemos recoger las colillas, no buscar culpables, trabajemos juntos para vivir en armonía con la naturaleza”, comenta.
Su nombre ‘artístico’, en función de su campaña ambiental, es ‘Miguicho Nicotina Asesina’. “Yo calculé que recogí 10 sacos de colillas por año, más de 6.000 colillas”, dice Miguel. En el primer año realizó dos esculturas con colillas de cigarrillo: Nico, el hombre; y Tina, la mujer. Adicionalmente, ha estructurado un lobo marino, dos bolas que simbolizan el mundo, una bola que fue exhibida en Guayaquil y se presentó en televisión, un tiburón, una tortuga, un albatros y el hombre que viste terno, que se llama Evolución. Cada figura mide un poco más de 1,60 metros.
En el futuro espera poder recorrer Ecuador con su proyecto de recolección de colillas. “Con el escaso dinero que me gano todos los días como fisioterapeuta hago caminar este proyecto poco a poco. Yo vivo arrendando, ni siquiera tengo cama en qué dormir (…), pero no me interesa, a mí me importa la naturaleza, porque ya mi vida es corta, ya tengo 70 años, yo no sé cuántos más me falten; pero, esos pocos años de vida que me queden quiero aprovecharlos enseñando al mundo que un solo hombre puede hacer la diferencia”, enfatiza.