El actual modelo de desarrollo, fundamentado principalmente en la extracción de recursos naturales, no es sostenible en el tiempo y está evidenciando su fracaso al no haber logrado equilibrar los modos de vida con los principios ecológicos. Si reconocemos que el planeta, sus ecosistemas y los mismos recursos naturales tienen unos límites relacionados con sus ciclos de regeneración, y que por otro lado, la industria y las personas –con un crecimiento poblacional exponencial- presionamos cada vez más las necesidades de consumo, entonces no es de sorprender que algo no funciona en la ecuación de la sostenibilidad.
Si bien los enfoques de sostenibilidad fuerte o débil son extremos –y utópicos-, el alcanzar una senda de sostenibilidad integral se ha constituido, desde fines de los 70, en el paradigma de desarrollo que podría solucionar los conflictos entre el crecimiento y los límites de la biocapacidad del planeta y sus ecosistemas: el Desarrollo Sostenible.
En la práctica, sin embargo, al 2019 necesitamos 1.7 planetas para satisfacer las necesidades humanas de recursos y servicios ecosistémicos… ¡pero solo tenemos uno! ¿Cómo entender esta situación? Nuestra presencia en el planeta, individual y colectiva como sociedad, genera un impacto conocido como huella ecológica, si este impacto lo comparamos con la biocapacidad del planeta (capacidad para proveer recursos naturales y absorber los desechos generados por el hombre) tendremos como resultado el nivel de sostenibilidad o insostenibilidad de nuestros modos de vida. Por ejemplo, según datos del Earth Overshoot Day, si todos los ciudadanos del planeta tuvieramos un modo de vida similar a un ciudadano de Suiza necesitaríamos 2.8 planetas.
Frente a este panorama, diversas estrategias y propuestas se han generado para contrarrestar el impacto social y ambiental que está produciendo este modo de vida no sostenible. Una de estas estrategias se enfoca en procesos de producción limpia y en el aprovechamiento eficiente de recursos: la economía circular. En la práctica, este paradigma de la economía circular implica transitar de una economía lineal fundamentada en la producción, el consumo y la generación de desechos, hacia una lógica en la que los residuos y desechos alimentan nuevos procesos productivos.
Así la economía circular se alinea a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha identificado a la economía circular como una prioridad para la implementación de la Agenda, principalmente por los vínculos directos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre energía (ODS 7), trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8), industria, innovación e infraestructura (ODS 9), producción y consumo responsable (ODS 12), acción por el clima (ODS 13) y vida de ecosistemas terrestres (ODS 15), e indirecta con el resto de los ODS.
Así la economía circular se alinea a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha identificado a la economía circular como una prioridad para la implementación de la Agenda, principalmente por los vínculos directos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre energía (ODS 7), trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8), industria, innovación e infraestructura (ODS 9), producción y consumo responsable (ODS 12), acción por el clima (ODS 13) y vida de ecosistemas terrestres (ODS 15), e indirecta con el resto de los ODS.
En la práctica es importante un abordaje amplio, que permita caracterizar de mejor forma los procesos de producción limpia y economía circular:
• Aplicables al desarrollo y diseño de productos y a procesos de producción y de servicios. Se fundamenta, sin embargo, en procesos de investigación, desarrollo e innovación lo que potencializa la construcción de ciencia y conocimiento local.
• Permiten la reducción de riesgos ambientales y laborales, de costos de producción y la generación de ahorros por gestión eficiente de materias primas y recuperación de residuos y desechos.
• Generan un impacto ambiental positivo por la minimización de uso de recursos, especialmente agua y energía, pero también por la tendencia a la generación de basura cero.
• Presentan un alto potencial en término de costo-beneficio, tanto en el retorno de las inversiones como en la innovación de los procesos productivos y la sostenibilidad que se puede generar con el ámbito externo.
• Contribuyen directamente a las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC) y las prioridades de adaptación y mitigación que Ecuador ha definido.
• Incorporan enfoques de cadena de valor y valor compartido; así como potencial para generar articulaciones y alianzas en torno a nuevos procesos productivos basados en residuos y desechos.
Si bien el marco normativo ambiental en el Ecuador establece disposiciones sobre la responsabilidad extendida del productor, procesos de gestión integral de residuos y desechos, ciclo de vida del producto o producción y consumo sustentable, entre otros, aún es necesario un abordaje desde el enfoque integral de la economía circular y que sea promovido como política pública. En esta línea el Ministerio de Producción, Comercio Exterior, Inversiones y Pesca y el Ministerio del Ambiente están impulsando un proceso conjunto para generar un Libro Blanco de Economía Circular como base para la futura Estrategia Nacional de Economía Circular.
Por lo ya mencionado, es importante señalar que la economía circular implica necesariamente la priorización de políticas de producción limpia desde el ámbito público, pero también la generación de estrategias ambientales preventivas y de eco-eficiencia en el sector productivo. En ambos casos se busca generar ahorro de materias primas y energía, reducir desechos y sustituir tóxicos en la fuente. En este contexto, el enfoque de ciclo de vida del producto es fundamental: no se puede hablar de producción limpia o economía circular sin un enfoque integral que aborde desde la extracción de la materia prima hasta la gestión del último desecho generado por un producto.