La deforestación es un tema que sigue preocupando a Ecuador, pese a que se ha logrado revertir este asunto en los últimos años, según datos oficiales. El país pasó de una deforestación neta anual de 92.742 hectáreas en el período 1990-2000, a 47.497 hectáreas en el período 2008-2014, de acuerdo con una publicación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Gracias a esos resultados, en julio de 2019, el Fondo Verde para el Clima (GCF, por sus siglas en inglés) anunció que entregaría al país 18,5 millones de dólares de la cooperación internacional por reducir la deforestación.
Este problema de la deforestación, principalmente en la Amazonía, fue una de las causas que motivó al diseñador gráfico e industrial Nicolás Bahamonde a crear Amalgama Toys, un emprendimiento que busca potenciar a artesanos ecuatorianos, a partir de la fabricación de juguetes de madera, pero con materiales reciclados, sin tomar materia prima de los árboles de la zona donde viven.
La idea partió del proyecto de tesis de Bahamonde. “Era un concepto de un producto que sea fácil de usar, que sea inclusivo y no sea frustrante para niños que no lo puedan hacer, que es lo que pasa muchas veces con juguetes que son complejos”.
Una vez tenido el concepto, y tras hacer algunos modelos junto a un artesano quiteño, emprendió la búsqueda de otros artesanos en el país. Para acercarse a ellos y presentarles su propuesta, Bahamonde llevó consigo madera que era desechada y le dejó claro que el objetivo era trabajar con ese material, sin talar ninguna especie local.
De ahí comenzó el trabajo con algunos, tras una previa capacitación.
La materia prima para la fabricación de los juguetes se obtiene de palets, partes de estos productos que son desechados. Las piezas son de pino y las consigue gracias a un gestor ambiental, quien las recupera de la industria automotriz, principalmente.
“Es un proceso semi-industrial, en el cual hay cosas que tienen que hacerse en maquinaria, para optimizar un poco los procesos; pero, la parte final, el tallado, el lijado y el pintado siempre son artesanales”, recalca Bahamonde.
Reconoce que “la tecnología no es enemiga del hombre, pero tampoco va a reemplazar esos detalles que la parte artesanal puede dar”.
Actualmente trabaja con ocho artesanos, que forman varias familias. “Los hombres hacen el trabajo mecánico, la recuperación de madera, tallado, pulido; mientras las mujeres se encargan del acabado, pintado, aceitado y control de calidad”. La idea a futuro, cuando la demanda de los productos aumente, es poder contratar a otros “y rescatar el arte del tallado”.
El diseñador detalla que, además, trabajan con pinturas certificadas, libres de plomo y aptas para niños. Para sellar el producto, usan aceite de oliva y no las cuestionadas lacas.
Los juguetes que realizan en Amalgama Toys tienen como característica que son desarmables y ajustables, similar a un lego y están dirigidos a niños desde los 3 años de edad. Las piezas se adhieren entre sí con imanes, que están forrados con tela —retazos que también se recogen de desechos textiles—. Esto permite que las partes de un juguete se puedan adherir a otro y formar uno nuevo.
Los primeros modelos que sacaron a la venta fueron unos perros, idea que surgió, justamente, de la tesis de Bahamonde. En esa oportunidad diseñaron cuatro ejemplares, a los que denominaron: Byron Bigol, Simón Snaucer, Pipo Puj y Pancha Pudel.
Luego, sacaron una colección dedicada a especies de las Islas Galápagos, que incluye orcas, tortugas, pingüinos, iguanas, entre otros. En todas sus colecciones, las piezas son desarmables e intercambiables.
“El hecho de que sea armable va mucho hacia la estimulación del cerebro y de las manos, desarrollo motriz, y no solamente de los niños”, señala Bahamonde e indica que también sirven para personas de la tercera edad; aunque, busca incursionar en juguetes específicos para este grupo de personas.
“La idea es que no haya límite, sino que lo pueda comprar alguien para sí mismo, para su hijo o para su abuelo”, enfatiza. Además de estos modelos, Bahamonde ha diseñado 'planimals', un juguete que viene en una plancha de madera, las piezas se desprenden de ese tablero y se arma el producto. Esta opción incluye pincel y pinturas para darle color. “Son los únicos que no son artesanales”, dice Bahamonde.
Los primeros modelos que sacaron a la venta fueron unos perros, idea que surgió, justamente, de la tesis de Bahamonde. En esa oportunidad diseñaron cuatro ejemplares, a los que denominaron: Byron Bigol, Simón Snaucer, Pipo Puj y Pancha Pudel.
El empaque donde comercializan el juguete es biodegradable, para mantener su proceso ecológico. En concreto, es de papel hecho a base de caña de azúcar.
Desde el principio, este emprendimiento estuvo alineado “en crear un concepto hipersostenible, que se transforme en algo que trascienda, es decir, que eduque a los niños, a los padres y que tenga un impacto social integral”, menciona Bahamonde.
Se congratula porque el proyecto ha despertado ese interés por el medioambiente en los artesanos, que se estaba perdiendo.